12 de julio de 2004, Corcovado (Costa Rica)

Parece increíble contar lo que voy a contar en las siguientes líneas, teniendo en el bolsillo de mi pantalón el billete para viajar en dos días en uno de los aparatos con la tecnología mas avanzada del mundo. Pero como siempre eso será ya una historia personal que no entrara en estos relatos de viajeros para viajeros.

Todo empezó en el caribe, mientras me deleitaba de ese amor de mi último relato hacia ese mar, ese sol y esa tranquilidad algo por dentro empezaba a carcomerme. Tendría que estar más de un mes de nuevo en la civilización sin tranquilidad, con prisas, mal humor y demás cosas que nos trae el avance y yo estaba perdiendo el tiempo en la playa. Así que me puse manos a la obra.

De entre todos los lugares que me faltaban de conocer había dos que me llamaban especialmente la atención, uno de ellos era el Parque Natural de Manuel Antonio y el otro mas al sur junto a la frontera de Panamá, el parque natural de Corcovado. Ante la duda y tras consultar en el instituto Costarricense de Turismo y a mi amigo Mitxel, decidí al final que Corcovado seria una buena opción.

Para llegar a Corcovado se pueden coger los buses que van a Puerto Jiménez y que salen a Diario de San José, y tras 9 horas y 10 dólares, se llega a las 9 de la noche, sin embargo en esta ocasión el bus estaba lleno y con 14 personas que irían de pie, así que la mejor opción era ir a Ciudad Nelly y al día siguiente llegar a Puerto Jiménez sin prisas, aunque la mejor opción sin duda hubiera sido hacer el recorrido de la vuelta (ver mas adelante)

Ciudad Nelly es un lugar pequeño y sin ningún interés turístico que no sea el de estrictamente de paso por lo que no hay mucho que contar.

A la mañana siguiente un bus nos llevo a Puerto Jiménez en 3 horas por tres dólares por una carretera con mas espacio lleno de huecos que de asfalto, siento las ultimas dos horas para recorrer apenas 50 Km., sin embargo el trayecto es muy hermoso al recorrer por la costa la península de Osa con el golfo a lo lejos.

La llegada a Puerto Jiménez fue a medio día y tras las orientaciones de turno, alquilamos una habitación por 5 dólares por persona en “Pizzería Rock”, un lugar que además de pizza, tiene habitaciones, alquila tiendas de campaña, bicicletas, hace tour, y un sin fin de cosas mas. De hecho lo que menos hacia era vender pizzas, sin embargo me pareció un lugar muy recomendable para todo lo demás. Una de estas cosas recomendables fue un tour de caimanes por solo 2 dólares que aunque al principio por el precio y al ser en plan casero, me pareció uno de tantos de esos que al final uno no ve nada, resulto ser algo espectacular. El lugar no estaba demasiado alejado de Puerto Jiménez y se llegaba caminando y era un río en cuyo centro crecían manglares como a unos 70 cm. del agua y entre las ramas estaban esperando los caimanes y cocodrilos para “zampárselos”, o a los adultos, o a las crías o a los huevos que se están incubando.

Para poder interactuar sin demasiado impacto, utilizamos palos de unos 20 o 30 cm. para mantenerlos alejados mientras les acariciábamos con esos mismo palos y les dábamos algo de carne. Ahí aprendí a diferenciar entre machos y hembras por la tonalidad de la piel, entre caimanes y cocodrilos por la forma de su hocico, a defendernos de ellos en caso de ataque y algunas cosas curiosas más. Observamos el comportamiento tanto familiar como depredador y de caza en su lugar originario. Sin duda solo por esto ya valió la pena el viaje, sin embargo no podíamos olvidar que esto lo estábamos haciendo solo para pasar el tiempo hasta el inicio del autentico viaje.

Para entrar al parque Nacional de Corcovado es necesario reservar en los oficinas que tienen en esta Ciudad ya que sin la notificación de ingreso, y donde se va a estar cada día, no se puede ingresar… Y aunque en ese momento no sabia muy bien porque e incluso me parecía algo exagerado, luego entendí muy bien que este no es un parque normal para ir a pasear, sino que la vida de los visitantes corre peligro real.

Tras los permisos, reservas y demás, todo quedo así. Llegaría en Colectivo por 6 dólares hasta Carate, desde ahí caminar hasta la entrada del parque en la estación “La Leona” ahí tras presentar la autorización anterior caminar hasta la estación “La Sirena” donde pasaría dos noches y al tercer día regresar por el mismo camino, sin embargo todo no era tan fácil como contarlo.

El viaje en colectivo hasta Carate es en vehículos 4X4, donde la doble tracción es obligatoria ya que se pasan por dentro 12 ríos. De estos 12 ríos 4 ríos son de los que se ven en Nacional Geografic en los que el vehiculo se mete entro y luego si no se lo lleva la corriente, tiene también que intentar salir llenos de barro y demás cosas “naturales”, de hecho de estos cuatro hay uno de esos que realmente se te ponen los pelos de punta tanto a la entrada como a la salida. En este recorrido pude ver a un gavilán cazando… bueno intentando cazar a otra ave, aunque en esta ocasión fallo tras dos intentos, sin embargo el espectáculo fue de primera.

Dos horas y 15 minutos después se llega a Carate, que no es más que el medio de la nada. Una entrada a una playa de varios kilómetros desierta, con unas olas para hacer surf de más de 5 metros y dos o tres Lodge o alberges para turistas que quieran olvidar cualquier relación con la realidad cotidiana, ya que la luz no llega aquí y los precios son de unos 100 dólares la noche.

Esta playa para mi significaba una hora de camino a pleno sol del trópico, con la mochila pesada por las latas de comida para tres días solo para llegar a la entrada del parque en la estación “La Leona”. Aquí éramos 12 personas las que iniciamos el recorrido, unos con más y otros con menos equipaje, pero todos con muchas ganas e ilusiones en la mochila. Al llegar a la estación y tras comprobar el papel de ingreso y pagar 8 dólares por persona y día, estaba por fin en la selva. Cuando digo en la selva, me refiero a la selva de verdad, ya que aunque en muchas ocasiones ya lo había hecho antes esta era la primera vez que entraba en un bosque primario con tantas especies de vida salvaje tan inexplorada. De hecho la definición de bosque primario es porque nunca ha sido modificado por la mano del nombre, es totalmente virgen y sus especies y formas de vida permaneces inalterables.

Este camino comenzó a las 08’15 cuando nos bajamos todos de los 4X4 y continuaría hasta las 15’30 en que los 7 supervivientes nos encontraríamos junto con un problema insalvable. En este primer trayecto toco cruzar unos 7 ríos sin demasiada complicación, habíamos viso una manada de unos 100 peligrosísimos cerdos salvajes similares a los jabalíes Europeos, Monos Cara Blanca, Monos Araña, Monos Aulladores, Osos Hormigueros pequeños llamados Guaties, huellas de Puma en la playa, Tucanes, Loros azules, loros rojos, loros verdes, loros mezclados, loros solos, loros en bandadas, y un sin fin de animales que no tenia ni idea que eran, pero que a pesar del agotamiento y de las prisas, hacían que el camino fuera algo inolvidable. Para este trayecto necesitamos unos 5 litros de agua por persona teniendo que beber de los ríos, una comida a base de latas de conservas y una barrita energética acompañada por una pastilla de vitamina C. El problema serio fue al llegar a “Río Claro” a poco más de 30 minutos de la “estación Sirena”. Ya que como la marea había subido el río era muy profundo y teníamos conocimiento de que dos especies diferentes de tiburones entraban hasta 8 kilómetros río arriba desde el mar, y sabiendo la forma de ataque de estos bichos no era plan de arriesgarse a cruzar. La única solución era esperar a la bajada de la marea. Mientras esperaba fue llegando la gente dando las noticias de los que se daban la vuelta por no aguantar el camino, el calor y la humedad mientras mirábamos al río y su nivel a la espera de ver tiburones. En realidad no vimos tiburones aunque todos sabíamos que estaban ahí, sin embargo vimos una autentica infección de Caimanes y cocodrilos en la margen del río donde se suponía que teníamos que llegar, lo cual aunque ninguno decíamos nada, todos estábamos realmente impresionados por lo que nos esperaría.

Dos horas mas tarde, y sin que la marea hubiese bajado lo suficiente, encontramos un lugar para pasar con el agua por debajo de la cintura y sin animalitos que nos merendasen por el camino así que todos juntos cruzamos y salimos disparados hacia la estación antes de que oscureciera.

30 minutos después llegue el primero a la estación, detrás llegaron todos menos dos chicas canadienses, por lo que tras cambiar el calzado por las serpientes que salían al atardecer organizamos la búsqueda por si les hubiese ocurrido algo, ya que en la selva ya no entraba el sol y según pude comprobar había demasiadas especies de serpiente venenosa y demasiadas también de cada una de ella, y las posibilidades de que algo hubiese pasado eran muy altas, sin embargo al salir a buscarlas entraron ellas totalmente descompuestas y en pleno ataque de pánico. Afortunadamente no fue nada serio.

Rápido callo la noche, nos advirtieron sobre la seriedad de la noche, de no salir de las habitaciones, y como a las 8 ya dormía totalmente exhausto.

Al día siguiente, todo el mundo se había ido, quedábamos solo dos en la estación, junto al guarda y un grupo de investigadores. Parece que la experiencia fue muy fuerte y me imagino que no pisarían la selva nunca más.

En realidad la visita una vez en la estación no es muy amplia ya que por un lado esta el río Claro difícil de cruzar y solo apto con marea baja, al lado contrario el Rió Sirena, extremadamente peligroso para cruzar aunque delicioso para ver bichos pasar, por el tercer lado el mar y el lado que queda esta la espesura de la selva. Sin embargo en esta espesura tienen delimitado 4 o 5 rutas mas o menos seguras para pasear, así tras recorrer 3, y por seguir unas indicaciones de uno de los investigadores que fueron erróneas, me encontré cerca del atardecer, amenazando tormenta tropical y totalmente perdido, ya que me metí por una ruta abandonada hacia mas de 4 años y llego un momento en que no podía seguir adelante por la espesura de la selva y tampoco podía retroceder porque no podía reencontrar mis pasos. El momento no puedo negar que fue realmente dramático, el corazón me latía rapidísimo, la adrenalina estaba al máximo, apenas podía pensar claramente y si en algún momento de mi vida puedo decir que sentí realmente pánico, sin duda ha sido en esta ocasión. Poco tiempo después tras tranquilizarme, y centrarme, y orientarme como pude encontré de nuevo el camino andado. Esto me llevo otros 30 minutos de camino por la selva a ciegas, sin ver el sol para poder saber hacia donde iba. Llegamos a la estación exhaustos y sin ganas de más aventuras así que tras ducharnos y comer algo vimos como los zopilotes (familia de los buitres) formaban palco en una palmera para ver jugar a los investigadores un partido de fútbol. En la rama vecina, dos tucanes de varios colores se acariciaban el pico mientras el sol daba sus últimos rayos. Esa noche la cena fue por todo lo alto en la estación ya que no hubo latas sino el casado más caro de la historia (11 dólares con fresco de frutas). Pero es que hoy me lo había ganado.

Para ser leal con los que quieran viajar aquí, tengo que indicar que hay otros medios para llegar. Uno es pagando los 250 dólares por un vuelo de 15 minutos desde puerto Jiménez a la estación en una avioneta que da miedo solo verla o en barca desde el norte, desde un lugar llamado Draque por 150 dólares. El alojamiento cuenta 8 dólares en literas en unas habitaciones de 4 camas-litera llenas de bichos, con tal cantidad de mosquitos que podrían levantar a uno mientras duerme, sin embargo también hay otra zona de acampada por 4 dólares también bajo techo y en alto ya que sino las serpientes se comerían a los acampantes y las lluvias tropicales hundirían las tiendas. Esto de la acampada si lo unes al precio de alquilar las tiendas hace que sea preferible la habitación.

Pues así amaneció el último día, que no por ser el último fue exento de emociones. Levantada a las 05.00, desayuno de galletas y leche condensada a las 05.30. Esta fue la primera sorpresa ya que mientras desayunaba viendo una manada de quetzales, escuchaba a los monos aulladores, loros, tucanes y demás avecitas, una pantera negra se paseaba tranquila seguro que con la barriga llena ocultándose precisamente por donde unos minutos después me tocaba salir caminando a mi.

A las 6 y en tras ir en contra del guardia que decía que el río estaría muy alto, inicie de nuevo la marcha pasando por el sitio anteriormente descubierto y aunque sin duda la marea estaba demasiado alta, pude hacer todo el camino sin problemas, de echo esto no fue lo peor del camino, ya que nada mas cruzar el río, vi que detrás mió venia una cortina de agua que me acompañaría con lluvia torrencial durante todo el camino de regreso a través de la selva. Y aunque la lluvia es muy fuerte en estas latitudes y la selva ya de por si es muy dura por la humedad, al estar fresco, consumí solo 2 litros de agua y tarde dos horas menos en hacer el recorrido, utilizando solo una barrita energética para ayudarme en el camino. Todo un record

A las 16’00 volvía a montarme en uno de los 4X4 que me devolvía a Puerto Jiménez, pero en esta ocasión ni los animales ni los ríos ni nada me sorprendía, estaba demasiado cansado y mojado para poder ver nada mas.

Hasta ese momento no había podido estar seco ni una sola vez, estando por tanto durante tres días con la ropa mojada, ya que tras una hora de selva, o la humedad, o el sudor o la lluvia, o los tres factores a la vez se encargaban de hacer que mi ropa fuera un autentico charco de agua. La ropa que deje secándose el día que pase en estación Sirena tardo más de 5 horas en secarse por la humedad del ambiente, así que en ningún momento conseguí algo seco. En cuanto al calzado, sin duda aquí hicieron su actuación estelar las chanclas esas que se amarran en los pies y alrededor de los tobillos y talón, sin embargo, no pudieron superar la prueba, aunque cumpliendo de sobra. Los compre en Nicaragua, los cosí en Guatemala y los tire en Costa Rica. El calzado cerrado solo es útil por la noche, ya que tanto por la humedad del ambiente, los ríos a cruzar y la cantidad de lugares de arenas movedizas o mejor dicho charcas inmensas de barro profundo, en cualquiera de ellos se humedecerían para el resto de días, o simplemente desaparecerían como me paso a mi en una de estas charcas con los deportivos… aunque pude recuperarlo.

Sin duda, Corcovado es toda una aventura no apta para aficionados y aun con experiencia, me parece algo realmente desmedido por la dificultad y riesgo del recorrido. Quizás en avión se llegaría más cómodo a la estación Sirena pero se perdería la belleza del recorrido, sin embargo el recorrido es ciertamente muy duro como para justificar los animales. Imagino que para esto cada uno debe encontrar su equilibrio. Para mi fue espectacular, y quizás en unos días o semanas, cuando ya no tenga heridas, ni dolores musculares o en articulaciones, y cuando el susto de la perdida ya se me haya pasado pueda definirla mejor, pero lo ocurrido aquí queda plasmado para que tu saques tus propias conclusiones.

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